martes, 30 de diciembre de 2008

LECTURA BÍBLICA

Lc. 1, 39 – 56

“Por aquellos días, María se fue de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea, y entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se le movió en el vientre, y ella quedó llena del Espíritu Santo. Entonces, con voz muy fuerte, dijo: ‘¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! ¿Quién soy yo, para que venga a visitarme la madre de mi Señor? Pues tan pronto como oí tu saludo, mi hijo se movió de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho!’ María dijo: ‘Mi alma alaba la grandeza del Señor; mi espíritu se alegra en Dios mi salvador. Porque Dios ha puesto sus ojos en mi, su humilde esclava, y desde ahora siempre me llamarán dichosa; ¡Santo es su nombre! Dios tiene siempre su misericordia de quienes lo reverencian. Actúo con todo su poder: deshizo los planes de los orgullosos, derribó a los reyes de sus tronos y puso en alto a los humildes. Llenó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Ayudó al pueblo de Israel, su siervo, y no se olvidó de tratarlo con misericordia. Así lo había prometido a nuestros antepasados, Abraham y sus futuros descendientes’. María se quedó con Isabel unos tres meses, y después regresó a su casa”.
PALABRA DEL SEÑOR

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