LA CARAVANA EN EL DESIERTO
Un poderoso sultán viajaba por el desierto seguido de una larga comitiva que transportaba su tesoro favorito de oro y piedras preciosas.
A mitad de camino, un camello de la caravana, agotado por el ardiente reverbero de la arena, se desplomó agonizante y no volvió a levantarse. El cofre que transportaba rodó por la falda de la duna, reventó y derramó todo su contenido de perlas y piedras preciosas, entre la arena.
El sultán, no quería aflojar la marcha; tampoco tenía otros cofres de repuesto y los camellos iban con más carga de la que podían soportar. Con un gesto, entre molesto y generoso, invitó a sus pajes y escuderos a recoger las piedras preciosas que pudieran y a quedarse con ellas.
Mientras los jóvenes se lanzaban con avaricia sobre el rico botín y escarbaban afanosamente en la arena, el sultán continuó su viaje por el desierto. Se dio cuenta de que alguien seguía caminando detrás de él. Se volvió y vio que era uno de sus pajes que lo seguía, sudoroso y jadeante.
- ¿Y tú - le preguntó el sultán - no te has parado a recoger nada?
El joven le respondió con dignidad y orgullo: - ¡ Yo sigo a mi rey!
Cada día Nuestro Rey nos da hermosas joyas y nos quedamos maravillados, embelesados con la hermosura de esta, pero nos olvidamos de la Grandeza del Rey.
A los Pies del Maestro
Noviembre 21 de 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario