martes, 1 de marzo de 2011

RECORDATORIO

COMPASIÓN

Uno de los discípulos fue sorprendido en el acto de robar. Lo apresaron, denunciaron, acusaron y esperaron el castigo ejemplar del Maestro. Pero el Maestro no hizo nada. El descontento se intensificó entre los demás discípulos que murmuraron, protestaron, amenazaron. Por fin, al ver que no se castigaba al culpable, todos los demás discípulos se reunieron y declararon ante el Maestro que, si el ladrón no era expulsado, se irían todos ellos.

El Maestro contestó: "Podéis iros. Vosotros tenéis ya buenas costumbres y buen juicio. Sabéis discernir el bien y el mal y actuar según el dictamen de vuestra conciencia. Pero este pobre hermano no distingue el bien del mal. ¿Quién le va a enseñar si yo no lo hago? Yo seguiré enseñándole a él, aunque todos los demás os marchéis". El ladrón se echó a llorar. Sintió que todo deseo de robar había desaparecido de sus entrañas. Hasta entonces se había mostrado arrogante, confiado al verse protegido, impenitente en busca de la próxima ocasión para practicar impunemente sus artes. Pero, ante la bondad del Maestro, se le deshizo el orgullo, se le abrieron los ojos, se le enterneció el corazón. Y vio lo que nunca había visto y entendió lo que ninguna lección le podría haber hecho aprender.

El ladrón no fue el único que lloró. Hubo también lágrimas escondidas en ojos de muchachos que se sabían culpables de faltas encubiertas que al no ser vistas iban quedando en su conciencia apagada como no cometidas. La compasión del Maestro es la gran virtud que inspira la mejor conducta en el discípulo. Ya no hubo más robos.

Carlos G. Vallés Vida Nueva 2189 del 12 de junio de 1999

A LOS PIES DEL MAESTRO
Febrero 28 de 2011

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