PADRE…
Eres
sinónimo de protección, cuidado, sacrificio y responsabilidad.
Se
te puede definir con adjetivos calificativos
tales como: esforzado, sacrificado, dedicado y buen proveedor. Puedes ser identificado
por tu paciencia,
misericordia, entrega desinteresada y gran fortaleza.
El
amor de un padre es irremplazable. Simbolizas y representas al sublime amor de
Dios. Siempre estás presto a escuchar con
intenso deseo y regocijo a que tus hijos te busquen y te demuestren su afecto y
cariño.
Vives
preocupado e interesado por el bienestar de tu
esposa, hijos y familia. No abandonas el timón aún
cuando la marea es contraria, los vientos fuertes y la embarcación pareciera
que va a naufragar.
Oras, clamas, lloras y esperas en silencio que Dios te dirija para tomar buenas decisiones. Porque eres consciente del papel que Dios ha depositado sobre ti como sacerdote de tu hogar. Corriges con autoridad y disciplinas con amor. Eres tolerante ante las fallas; perdonas y olvidas aún cuando muchas veces eres el ofendido.
Padre,
no te detengas en el camino. Tu ayuda siempre vendrá de Dios. Recuerda que eres
ejemplo y nadie puede usurpar tu lugar. Sigue luchando y aún cuando cansado te sientas, no desistas. ¡Sigue
adelante! Recuerda que tu nombre implica que eres un ser muy especial.
Nunca
te olvides, pues tú siempre estás presente. En el palpitar del corazón de tus
hijos y esposa. En las acciones que ellos practican. En sus recuerdos más íntimos y atesorados. En los
triunfos y momentos de gloria de tus hijos. En la caricia más tierna y limpia que tus futuras generaciones heredaran
a través de ellos que tanto recibieron de ti.
A LOS PIES DEL MAESTRO
Junio
21 De 2012
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